Música

La Navidad inspira la banda sonora de Barcelona Clásica

Los colaboradores elaboran una playlist con una selección musical personal

30-11-2020

Con las primeras olas de frío y la llegada de las luces decorativas en las calles, parece que la Navidad está cada vez más cerca. Pero, ¿qué es la Navidad? Probablemente ‘celebración’ y ‘familia’ serían dos de las palabras que más encontraríamos en las distintas definicions. En Barcelona Clásica queremos dar la bienvenida a este tiempo mágico con mucha música y, por ello, hemos pedido a los colaboradores que elaboren una playlist con su banda sonora navideña. ¿Queréis descubrir cómo suena la Navidad en nuestra casa? ¡Leed nuestras elecciones!

Berta Coll recomienda… La Marcha Radetzky de Johann Strauss 

La Marcha Radetzky, de Johann Strauss (1804-1849), tiene un vínculo palpable con las fiestas de Navidad: la tradición dicta que, año tras año, el Concierto de Año Nuevo de Viena debe cerrarse con la interpretación de esta pieza. Más allá de este vínculo tradicional, y más allá de todas las connotaciones militares, políticas e ideológicas que le han sido dadas, creo que la Marcha Radetzky es una pieza idónea para escuchar durante los días navideños.

Se trata de una composición que busca la espectacularidad. Aunque el caminar animado de la melodía principal transmite una cierta sensación de ligereza, es, sin duda, una obra con aires de grandeza, que encaja como anillo al dedo con las dinámicas que hacemos nuestras durante las fiestas navideñas, en el que nos parece que todo se ha de celebrar al por mayor. La Marcha Radetzky pasea con un puesto engalanado y endomingado. Avanza con la complacencia de ser elegante, con la alegría de la fiesta. En el corazón de esta marcha, se esconden las ganas de acicalarse que nos atrapan a todos cuando llega la Navidad.

Además, es una pieza repetitiva pero a la vez llena de contrastes de dinámicas, y la suma de estos dos rasgos me parece esencialmente navideña: en Navidad vivimos momentos de todo tipo —encuentros explosivos, celebraciones animadas, ratos más calmados y cálidos—, pero al mismo tiempo todas las vivencias de estas dos semanas se parecen, porque cobijan bajo un mismo talante alegre y festivo.

Pau Requena recomienda… Variaciones Enigma de Edward Elgar

El misterio es lo que se esconde tras el significado genético de la Navidad. Variaciones Enigma nos vuelve a poner los ojos en la mirada de aquel niño que espera con un farolillo la visita de tres magos entre tejidos de terciopelo rojo y perfume de jengibre. Que sueña, sin expectativas, pero con una gran ilusión, con las posibilidades que esconde este mundo futuro que se abre ante él entre las sombras de lo desconocido. El desconocimiento de esta realidad inhóspita es lo que le fascina y es aún más fascinante por no conocer lo que realmente se esconde.

Edward Elgar juega con nosotros, esconde señales, vivencias de hombres y mujeres que hace un siglo que fueron olvidados, nos implicita melodías y elementos inusitados que, por el simple hecho de estar allí y no ser percibidos, se convierten deliciosos. Un enigma, una incógnita teológica, teleológica, que se resiste a mostrar qué esconde. Quizá porque, de hecho, el más maravilloso de este misterio, es que no hay misterio.

Loles Raventós recomienda… Oratorio de Navidad BWV 248 de Bach

Cuando hablamos de Navidad también hablamos de tradición y, si en mi casa tenemos una, es la de comenzar cada día de esta época mágica con las trompetas que dan el pistoletazo de salida al Oratorio de Navidad de J.S. Bach. Mi madre, fan acérrima del compositor alemán, siempre nos ha despertado —a veces demasiado temprano— con esta obra que, si bien la he llegado a odiar tanto como la he querido, forma parte irrevocablemente de lo que el Navidad significa para mí.

Bach compuso el Weihnachtsoratorium para la Navidad de 1734 y no se volvió a interpretar hasta 1857, más de un siglo después de la fecha marcada en el manuscrito. La obra está dividida en seis partes, cada una de las cuales está pensada para ser interpretada un día concreto de las fiestas: el inicio presenta la escena del Nacimiento el día de Navidad y, seguidamente, la anunciación de la Buena Nueva a los pastores —el día de San Esteban. La tercera parte toma el texto del prólogo del Evangelio de Juan, coincidiendo en el santoral católico con la celebración de este santo; la cuarta parte, pensada para el día de Año Nuevo, describe el bautizo de Jesús, que huye con su familia a Egipto para escapar del rey Herodes en la quinta parte, que debe interpretarse el primer domingo del nuevo año. Finalmente, la sexta y última parte del oratorio describe la Epifanía, la Adoración a Jesús de los Reyes Magos el día 6 de enero.

Con Weihnachtsoratorium, Bach nos propone un viaje a través del mensaje de la Navidad gracias a la música que tal vez, en estos tiempos confusos de restricciones y prohibiciones, nos puede ayudar a recuperar la verdadera esencia y el profundo significado de una Navidad que, ahora más que nunca, debería dejar atrás el carácter materialista que ha adoptado durante las últimas décadas.

Meritxell Tena recomienda… Mesías HWV 56 de Händel

Qué tópico, ¿verdad? Llega la Navidad y los teatros se llenan (o se llenaban) de Mesías de todo pelaje. Un lugar común donde importa más la ocasión que la calidad del resultado final. ¡La tradición lo aguanta todo! Me disculparía por ser tan previsible si no fuera por que, sin embargo, es una obra mayúscula que contiene momentos tan inspiradores como He was despised, For unto us a child is born y, sí, el inevitable Hallelujah.

Al escuchar la innegable espiritualidad y el mensaje de esperanza de esta pieza nunca puedo evitar pensar en mi querido Händel y en la situación en la que se encontraba cuando la compuso: tras años de éxito como compositor y empresario operístico, el público le había dado la espalda, tenía graves problemas económicos y se estaba quedando ciego. El Mesías lo poseyó (lo compuso en tres febriles semanas) y consiguió una partitura diáfana, potente y profundamente humana. Él atribuyó la inspiración y el aplauso del público a un poder superior y nunca quiso sacar rédito económico.

La Navidad está hoy más desacralizada que nunca y probablemente miramos la religiosidad del viejo Händel con un poco de condescendencia. Pero pasan los años y los siglos y volvemos al Mesías, que nos sigue hablando y emocionando. Georg Friedrich, nos conocías bastante bien.

Ivet Zwatrzko recomienda… El Cascanueces, suite op. 71 de Chaikovski

Los senderos musicales del tercer ballet de Piotr Ilich Chaikovski son conocidos en todo y por todo el mundo, convirtiéndose en el preludio perfecto para las fiestas de Navidad. La segunda parte de la obra, «Marcha», o la decimotercera, «El vals de las flores», son emblemas de la historia de la música occidental, estrechamente ligadas con este periodo del año donde el frío hace de excusa idónea para no salir de casa y pasarse larguísimas ratos de sobremesa con barquillos y turrones. De hecho, el cuento de E.T.A. Hoffmann en el que se inspira El cascanueces se inicia también con una cena la noche del 25 de diciembre: a la protagonista le regalan el muñeco de un cascanueces, que la guiará por un mundo fantástico gobernado por soldados, ratones y hadas.

La obra fue el resultado de un encargo del director teatral del Imperio ruso a Chaikovski y a Màrius Petipà, práctica habitual en la Rusia de ese momento, y a pesar de la buena acogida del público, fue considerada «bajo arte» por sus contemporáneos. La música de los ballets se había compuesto hasta el momento como complemento de la danza y la historia, pero nunca había tenido una entidad suficientemente potente para valerse por sí sola. Sin embargo, con El cascanueces el compositor fue capaz de elevar el género musical a niveles inéditos y excelsos; gracias al lirismo sublime de, por ejemplo, el «Grand pas de deux» o «La danza del hada de azúcar» o el refinado estilo clásico del último «Vals de las flores». La prueba fehaciente de la lucidez y maestría musical de Chaikovski no es, sólo, que hoy en día este sea uno de los ballets más representados partes, sino que su historia de magia y sueños es todavía un referente ineludible para las noches de Navidad.

Aina Vega recomienda… Pie Jesu de Lili Boulanger

(Extracto de ‘Melodies de l’ànima’ y adaptación de Xavier Vega)

La Navidad nos remite inmediatamente a la idea del nacimiento, el dies natalis como una afirmación de la vida en medio de la desolación del invierno, como su victoria sobre la muerte. El Pie Jesu, de Lili Boulanger, para soprano, cuarteto de cuerda, arpa y órgano, es un retorno a Dios de la compositora que moría de tuberculosis en marzo de 1918, poco después de componer una pieza que desprende un aire místico especial en el contexto de The Age of Nothing, por decirlo con Peter Watson, como una reacción musical a la muerte de Dios anunciada por Nietzsche.

La compositora, de vida breve pero intensa, parece ilustrar el último verso del Cant espiritual de Maragall: “sia’m la mort una major naixença”, con su exploración de la politonalidad que proyecta un fuerte dejo lírico, muy en la lógica del post-romanticismo. La obra, que se inicia con una sucesión de dobles notas del órgano a las que se añaden los violines y el violonchelo con una atmósfera etérea, deja paso a la voz femenina —la de la propia artista— que entona un sentido “Pie Jesu domine” dirigido a Jesús misericordioso para pedirle la paz y el descanso eterno. A pesar de estar escrita en sol menor que al final se vuelve luminoso hacia la clave de do mayor, Boulanger hace un uso muy libre de la sonoridad y, como es habitual en la politonalidad, no sólo combina simultáneamente diferentes tonalidades de forma ambigua, sino que hace referencias auditivas alejadas de las relaciones armónicas estándares. Por ejemplo, los enlaces de tónica a dominante o subdominante y la sensación de un centro gravitacional están ausentes.

El Pie Jesu presenta un interludio con un toque dramático, compasivo, que abre las partes más agudas del órgano y vuelve a dar pie al recitado, con una línea melódica muy sencilla y, al mismo tiempo, elegante y expresiva que nos sitúa ante la trascendencia , ante la esperanza de renacer más allá del tiempo y del dolor.


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