Cámara

​James Ross: “Los grandes directores impresionan por su forma de mirar a los ojos”

22-09-2017

El norteamericano James Ross se estrena el sábado 23 de septiembre como director titular de la Orquestra Simfònica del Vallès en el Palau de la Música Catalana, en un espectacular concierto que reúne las dos grandes señas de identidad de la formación: innovación y tradición. Porque, por un lado, la formación mantiene su tradicional homenaje a Beethoven con la interpretación de la Novena Sinfonía, una obra que los de Sabadell programan cada año y con la que protagonizaron aquel famoso flashmob que lleva millones de reproducciones en YouTube.

Pero, por otro, la OSV ha querido mostrar su faceta innovadora abriendo la temporada con el Concierto para piano, batucada y orquesta de Ricardo Llorca, una pieza inspirada en los movimientos populares del 15M y de Occupy Wall Street. Al frente de todo estará este veterano músico que ya se encuentra buscando casa en Barcelona para instalarse durante los próximos tres años y seguir de cerca el trabajo de su nueva orquesta. Así nos cuenta cómo vive esta nueva etapa. 

Barcelona Clásica: Como nuevo director titular, ¿qué valoración haces de la situación actual de la OSV?
James Ross:
La orquesta cumple 30 años y puede estar muy orgullosa de lo que ha conseguido hasta ahora.  Musicalmente, creo que su principal característica es la flexibilidad, algo característico en las orquestas que suelen participar en producciones de ópera, como es este caso. Rubén Gimeno ha hecho muy trabajo de dirección todo este tiempo.

B.C. ¿Y hacia dónde quieres llevar a la orquesta en los próximos años?
J.R.
Es muy importante que descubramos qué lugar queremos ocupar, y eso tiene que ir ligado a la innovación. El contenido de la música clásica tiene que cambiar: no podemos dar la sensación de que se trata de algo elitista.

B.C.  De todas maneras, parece que para llenar las salas hay que recurrir siempre a las mismas obras y a los mismos compositores. ¿Es esta repetición continua el precio de la “popularidad”?
J.R.
 Los conciertos tienen que atraer al público. El 70% de los ingresos de la orquesta vienen de la taquilla. El atractivo puede ser una música conocida, pero también un planteamiento innovador que convierta el concierto en una experiencia.

B.C. ¿Y qué pasa con el público que conoce bien el repertorio de música clásica?
J.R.
Hoy en día, en Youtube puedes buscar tu versión favorita de, por ejemplo, la Tercera de Beethoven, y escucharla todas las veces que quieras. Pero, si vas al concierto en vivo, este tiene que aportar una experiencia distinta. Puede ser, por ejemplo, analizar qué diferencias hay entre lo que oyes y tu interpretación favorita. O pueden ser otras innovaciones, como estas en las que hemos estado trabajando en la temporada de la Simfònica del Vallès. Muchos grandes aficionados a la música clásica están abiertos a este tipo de innovaciones y, además, estas sirven para atraer a público no habitual.

B.C. ¿Cuándo decidiste convertirte en director de orquesta?
J.R
. Nunca se me hubiera ocurrido ser director si no me lo hubieran sugerido otras personas. Yo siempre me he sentido músico. Empecé estudiando el piano y otros instrumentos, pero fue la trompa la que conectó con mi interior y se convirtió en mi voz para el público. Seguí con todo el entusiasmo posible mi carrera como trompista. Sin embargo, con 20 años, cogí una pulmonía y estuve mucho tiempo sin poder tocar. Un día, me llamaron de la escuela de música porque necesitaban un director para un concierto de la escuela del centro. Lo probé… y me encantó la sensación. Me di cuenta de que tenía mucho recorrido para crecer como músico si seguía ese camino. Así que empecé los estudios de dirección.

B.C. Has trabajado con nombres muy importantes, de Kurt Masur a Leonard Bernstein, pasando por William Christie. ¿Crees que hay algún elemento que todos los grandes directores compartan?
J.R. 
Diría que la fuerza de su convicción. Todos ellos son inimitables, pero en todos ellos impresiona la intensidad con la que viven la dirección, su forma de mirar a los ojos cuando están frente a la orquesta. Creo que la clave de toda esa fuerza está en descubrir lo que la música significa para ti y saber compartirlo con los demás.

B.C.  Se suele decir también que un director de orquesta es mucho más que un músico: también hace de líder, de psicólogo, de pedagogo… ¿En cuál de todas estas facetas te sientes más cómodo?
J.R.
Es cierto que una orquesta supone un proyecto muy grande y quienes tienen éxito dirigiéndola han aprendido a combinar todas estas facetas. Pero creo que lo más importante es estar dispuesto a cambiar de un registro a otro cuando sea necesario. Dicho esto, yo tengo dentro de mí a un profesor y me parece muy importante ayudar a alguien a descubrir algo nuevo.

B.C. ¿No te has sentido nunca tentado a seguir el camino de la especialización en un periodo histórico determinado, al estilo de William Christie?
J.R.
Los grupos de interpretación histórica ingleses y holandeses  han hecho un trabajo muy importante en investigación musical, del que hemos aprendido el resto de músicos para aplicarlo en nuestras orquestas. Quizás hace 20 ó 30 años había muchas diferencias entre la interpretación que hacían los músicos especializados y las grandes orquestas, pero hoy ya no es así. Los músicos, aunque no estemos especializados, podemos estar más abiertos a diferentes tipos de interpretación según el repertorio.

B.C. Con tanta variedad de estilos, de la innovación a la interpretación histórica, ¿con qué tipo de música te sientes más identificado y cuál sueles escuchar más en tu tiempo libre?
J.R.
Lo raro es que yo, como trompista, vengo de un mundo completamente clásico y, además, era bastante “estrecho de miras” al respecto: solo me interesaba el repertorio tradicional. Pero ser director me ha cambiado completamente y me ha abierto a la innovación. Por cierto, que en mi tiempo libre, suelo escuchar más indie-rock que clásica.
 
 

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