En este artículo, querría recomendaros cinco obras para poner música al confinamiento, a los ratos libres, o a cualquier momento que tengáis para hacer una escucha atenta y activa de una música que siempre esconde detalles para disfrutar.
Una ninfa abandona su casa para adentrarse en el bosque llorando desconsoladamente por el amante que la ha abandonado, en una reflexión sobre el amor crudo: “Perché di lui mí struggo, tutt’orgoglioso sta, (…) che si se le Fugger, ancor mí pregherà? ” ( “Porque anhelo por él, él está orgulloso (…) quizás en alejarme, él me rogará”). El relato se mueve en un ámbito descriptivo y contemplativo propio del madrigal tradicional, y que se hace aún más latente en la primera y la tercera parte de la obra. En el centro, este clamor desconsolado pasa de la primera a la tercera persona, una característica del género reppresentativo muy utilizada por Monteverdi y que le da aún más un carácter casi teatral. Por otra parte, Monteverdi cede libertad rítmica de la soprano, representando el llanto de la ninfa ( “Quién va cantados a tempo dell’affetto del animo”) y lo contrapone al equilibrio del bajo empeñados, consistente en cuatro acuerdos descendientes que se repiten dando cohesión armónica y rítmica en toda la obra. El resto de voces masculinas contemplan la escena y se compadecen de la ninfa ( “Miserella, ah più no, no, da igual hielo soffrif non può”), creando otro plano sonoro al dramatismo de la escena.
Me gustaría centrarme especialmente en el Andante con moto, un movimiento estructurado sobre un tema y cinco variaciones. El tema principal y que se puede escuchar al inicio de la obra en forma de marcha lenta caracteriza la muerte, pero contrariamente a lo que cabría esperar de la temática, su final es en una tonalidad mayor, enlazando con las cinco variaciones correspondientes. Estas no salen de los 24 compases del tema principal, expresando cada una de ellas una emoción totalmente diferente. Los tempos, las dinámicas y las expresiones cambiantes son los recursos utilizados por Schubert para mostrar momentos que van desde la elegancia propia de sus Lieder, pasando por la desesperación hasta aquello demoníaco donde las síncopas y los saltos espectaculares del pianísimo al fortíssimo toman protagonismo. A pesar de la baja recepción que tuvo la obra en vida del compositor, actualmente se ha convertido en uno de los pilares musicales para la formación para la que se escribió.
Aunque esta sinfonía es un “must”, quisiera hablar de otra obra menos conocida: la Romanza para violín y piano Op. 23. Presentada en 1893 en la Columbian Exposition de Nueva York, adquirió un éxito inmediato por parte del público. La delicadeza del violín, en los agudos y los graves, en los fuertes y los pianos, es contrapuesta a las corcheas del acompañamiento, que dan estabilidad a la melodía, mientras hace latente las influencias del Romanticismo europeo, especialmente de Brahms. El diálogo entre ambos instrumentos refleja la estrecha relación de la compositora con el violinista Maud Powell, para quien escribió y al que dedicó la obra, y junto con quien la estrenó. Se trata de una obra cálida, emotiva y delicada, adjetivos que caracterizan la propia forma de la romanza de este periodo.
En el caso del Impromptu núm. 5 en Si menor Op. 5, la obra comienza con una pequeña introducción hacia el tema principal, de gran ligereza y agilidad, provocando una sensación de estar suspendido en el aire. Con esta obra, Sibelius da paso a la libre imaginación del intérprete y del público, ofreciéndoles un medio para viajar dentro de sus propias ideas y sensaciones en una obra con pocas dinámicas sonoras pero que no peca de estática, sino todo lo contrario: la fluidez de las notas y la transición de los temas hacen que la música llegue a quien la escucha como una mezcla de sensaciones sutiles, como si se tratara de un sueño.
En 1991 estrenó Silouan s Song, compuesta por orquesta de cuerda y basada en un texto religioso de San Silouan, un monje ruso cuyos escritos Pärt ha basado gran parte de su obra. Lo curioso es que, incluso, la melodía y el ritmo se basan en la propia musicalidad texto, con la intención de que también pudiera ser interpretado con la voz, a través del recitado de las palabras de Silouan. El sencillo mensaje del texto, “my sould yearns after the Lord” (“mi alma anhela al Señor”), se transmite mediante una sonoridad extremadamente ascética y reducida, acompañada de las notas graves y largas de la orquesta, con especial énfasis en las pausas que redondean el dramatismo poético que tan caracteriza la obra.