Critica

6º Fòrum Barcelona Clásica: BSO y orquestas sinfónicas

09-03-2019

Este miércoles pasado día 6 de marzo a las 19h, en el Club Wagner, pudimos disfrutar de una nueva sesión del Fòrum Barcelona Clásica con Joaquim Garrigosa y Raúl Giménez para hablar del papel de las orquestas públicas y privadas y la fina línea que separa la música culta y popular, en especial la música para películas. Todo, moderado por Aina Vega.

Si el mes pasado nos dedicamos a debatir las líneas principales de la dirección artística en la ópera con Christina Scheppelmann y Agustí Filomeno, este miércoles día 6 de marzo pudimos disfrutar de la presencia de Joaquim Garrigosa, ex director de L’Auditori, y Raúl Giménez, hasta ahora director titular de la Orquestra Simfònica del Vallès, para hablar del papel de las orquestas sinfónicas y sus líneas de actuación.
 
Uno de los grandes retos de las orquestas sinfónicas, públicas y privadas, es el desarrollo de nuevos públicos. En los últimos años, la proliferación de programas de bandas sonoras nos plantea la duda de si se trata de una manera honesta de atraer a un público que luego puede ir a conciertos sinfónicos o de una forma de hacer caja. La respuesta es: ambas cosas. Joaquim Garrigosa comentaba que en un programa de bandas sonoras en el que asistieron 6.000 personas, de éstas, después de una campaña específica de micromarketing en que se les invitaba a una sinfonía de Mahler, 60 asistieron al concierto recomendado y, finalmente, 4 personas se convirtieron en abonados. Por lo tanto, qué efectividad real tiene hacer BSO?
 
Hay que tener en cuenta una cuestión: una vez llegada la crisis, la administración recortó un 30% las subvenciones en L’Auditori. Por lo tanto, Garrigosa, como director, tuvo que encontrar nuevas formas de atraer público con una programación más conservadora y apostando por la banda sonora original. Ahora bien, no todo vale: “Queremos que la propuesta sea de gran calidad y ofrecer una experiencia global al público”, es decir, ofrecer la música íntegra en vivo y con la proyección de la película. “Esta es la tarea que tiene que hacer una orquesta pública. No podemos hacer la competencia a orquestas privadas que hacen programas con fragmentos de películas, para que éstas no se pueden permitir el lujo de hacer una gran producción”, comentaba el musicólogo.
 
Y qué función debe tener una orquesta pública respecto una privada para no hacer competencia desleal? En primer lugar, tener una temporada estable con una veintena de producciones. Esto significa que hay 5 días para ensayar un concierto que sólo se producirá dos o tres veces, mientras que las privadas los rentabilizan mucho más yendo al territorio. Por tanto, las producciones de la pública salen mucho más caras, pero es su deber.
 
En segundo lugar, una orquesta pública debe ser diversa en géneros y estilos teniendo en cuenta la nueva creación y el patrimonio. En tercer lugar, debe hacer posible que en una ciudad como Barcelona se vean primeras espadas de la música mundial. En cuarto lugar, y siguiendo con lo que decíamos de las BSO, las públicas deben poder hacer grandes montajes que las privadas no se pueden permitir hacer. Estamos pensando en unos Gurrelieder o una Alpina.
 
Una orquesta privada resulta, muchas veces, el primer escalón para entrar en la música sinfónica por parte de muchos sectores de público, porque hacen programas más sensacionalistas -en el sentido positivo del término, grandes hits de la historia-, siempre con el máximo rigor y calidad. “Si nosotros programamos Mahler, pinchamos -dice Rubén Gimeno respecto la OSV. En cambio, este es el punto fuerte de la OBC”. Por lo tanto, a la conclusión de que llegamos es que ambas orquestas se complementan: “Si en Cataluña no hubiera la OSV, la OCM o la Orquesta Tierras de Lleida, deberíamos desmontar la OBC para crearlas. Sin fundamentos no podemos construir la casa”, comentaba Garrigosa.
 
Un aspecto en el que se sienten identificadas tanto las orquestas públicas como las privadas es en las políticas de comunicación y marketing a raíz de la crisis: “Hasta entonces, los departamentos preguntaban qué conciertos iban más “flojos” para hacer campaña. Ahora todos van flojos, porque el número de abonados ha disminuido y los conciertos se llenan a última hora. En comunicación y marketing van desbordados toda la temporada”, comentaban Garrigosa y Giménez, “con la pérdida de abonados porque la gente no se quiere comprometer a comprar conciertos a los que tal vez no va”.
 
Volviendo a las bandas sonoras, revelan el gran poder evocador de la música, ya que, “una película de terror sin música no da miedo”, comentaba Garrigosa. Es muy complicado dirigir un concierto de BSO con visionado de la película en directo ya que para el director requiere una técnica específica. Raúl Giménez explicaba el uso de la claqueta, que es un metrónomo que lleva el director en la oreja y marcando el ritmo de la película -anulando por completo su capacidad de decidir el tempo y su creatividad- y complementado con una pantalla con signos que te van avisando de los cambios de dinámicas y ritmo: “Si puedes dirigir con claqueta West Side Story, con la voz de los cantantes grabada y la orquesta en vivo, lo puedes dirigir todo!”, comentaba Giménez.
 
En esta línea, hay que reivindicar los grandes músicos que han hecho música para cine, como Leonard Bernstein. Las estéticas son muy diversas, desde la música más tonal a la más experimental. Sin duda, pero, como decía Giménez, la música para cine tiene un gran poder evocador: hay una conexión emocional con la infancia. Finalmente, tratamos de las nuevas generaciones y llegamos a la conclusión de que los conciertos cada vez serían más cortos y al final no se podrán interpretar sinfonías enteras, sino que todo será mucho más fragmentado, por la pura fragmentación de la vida post-moderna.

 
 Fotos: Club Wagner. Manel Bertran.

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Aina Vega Rofes
Aina Vega i Rofes
Editora
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