Recomendaciones

Basta mitos: no todas suenan iguales y no es cierto que “ya no se hacen como antes”

27-03-2020

La fuga de casa de Félix Trigueros cuando era joven marcó el resto de su vida. Con cierta melancolía pide al Antoni Tolmos que toque el Que tinguem sort de Lluís Llach. A pesar de ser una canción muy simple armónicamente y no tener una melodía especialmente singular las vivencias que rodean estas notas la hacen única y, posiblemente por Trigueros, una canción imprescindible en su vida.

A 4 mans es un programa de las noches de jueves del Canal 33. Este canal que tan a menudo nos pasa desapercibido apuesta por historias de gente que a primera vista también pueden no llamarnos la atención. Vemos que la música es la llave que abre las puertas del mundo interior que todos tenemos dentro. A menudo podemos pensar que preferimos unas canciones u otros dependiendo de las vivencias trascendentales a las que nos remiten. Aún así, se nos fijamos con profundidad, vemos que muchas veces son las mismas melodías las que nos cambian y condicionan nuestra actitud momentánea ante la vida.
La música de David Bisbal ha ayudado Tonet Ramírez a superar los obstáculos que se ha encontrado a la vida por la condición con la que nació y cumplir muchos sueños. No sólo ha sido un apoyo emocional. Puede sonar exagerado o, incluso, de iluminación • lusos, pero muy probablemente Ramírez no habría llegado hasta donde ahora es sino hubiera sido por el apoyo de música de Bisbal o los Beatles, a quien tan admira.
 
Y es que en la extensa librería de sonidos que tenemos a través de tantos medios diferentes y tantas influencias, aunque parece increíble que nos quedamos impregnados por pocas especialmente. Por qué el agricultor José Calafell eligió Dolce Vita de Ryan Paris entre las decenas y decenas de canciones que sonaban en las discotecas de su época ?. Y por qué, aunque muchas de ellas ser tan parecidos, vinculó este hit al descubrimiento de sus primeras experiencias? Seguramente nunca encontraremos la fórmula para saberlo. Y esto, de hecho, es uno de los muchos trucos que esconde la magia de la música.
 
Muchos de los que nos hemos aficionado a la música clásica a menudo nos hemos dado cuenta de que, muchas de las canciones pop que llenan las grandes listas radiofónicas del país, repiten continuamente unos mismos esquemas. A menudo escuchamos la gente decir “uy! pues esta progresión armónica se parece mucho a otra canción “, o” esta canción ha copiado directamente los acuerdos de otra y ha hecho cuatro cambios a su melodía “. Pero sobre todo el famoso “todas suenan iguales” y “no se hacen como antes”. Y todos estos criterios valorativos tan subjetivos y poco cuantificables seguramente son fruto de una percepción personal de la música que ha representado una etapa de la vida. Las canciones de juventud, sea por lo que sea, nos arraigan en una época que nunca se repetirá y unas sensaciones que vuelven cuando rescatamos un sencillo escondido entre la polvareda de las últimas producciones musicales.
 
No es ningún secreto que la música clásica y, en especial, la que está hecha de hace más de un siglo, no es una de las preferencias principales de mucha gente, especialmente el público joven. Sin embargo, en el experimento involuntario de la pequeña muestra que nos enseña l’A 4 mans, nos sorprende que este mismo José Calafell, hacen de la “disco” de los ochenta y noventa, aprecie una obra tan superficialmente lejana como el vals del Danubio azul de Johann Strauss. O que la rebeldia de Félix Trigueros admire la calma y el equilibrio que transmite el Minueto en Do menor de Bach. Y es que estos dos casos son sólo una pequeña prueba que hay ciertas melodías que trascienden generaciones, gustos y circunstancias.
Es evidente que somos capaces de vincular sentimientos e historias únicas tan a las canciones más pegajosas, mainstream y repetitivas del panorama musical actual, como piezas concebidas para alguien totalmente diferente a nosotros en un país de una época lejana. Simplemente, y sin tener que dar mucho vueltas, hay comprensión. Es importante tener las herramientas para entender y descifrar el valor expresivo y tan singular de las obras clásicas. Unas herramientas que la educación a menudo no brinda a la población a nivel general pero que, por suerte, las nuevas tecnologías nos ayudan a compensar a cualquier edad.
 
Con estos días de confinamiento, “teletrabajo” e histeria vírica a pie de calle, tal vez antes de apostar por una superproducción americana de plataformas como Netflix, debemos dar la oportunidad de redescubrir estilos musicales remotos. Abrir el Spotify y entrar a una lista de reproducción cualquiera, escuchar una canción que nos recuerde a algo y empezó a vivir nuevas historias. Ponerse a navegar por Youtube y descubrir obras y curiosidades de autores de música clásica y, porque no, tener tiempo para reencontrarse y palpar los magníficos proyectos musicales que se llevan a cabo a pocos metros de su casa en la web de Barcelona clásica.

Fotos: instantáneas del programa “a4mans”


Etiquetas: ,

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Pau Requena
Pau Requena
Redactor
@RequenaPau