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Correspondencias musicales II: Clara Schumann y Johannes Brahms

14-04-2020

La amistad entre Clara Schumann y Johannes Brahms siempre ha sido víctima de incansable especulación. Esta, todavía actualmente, convierte en una romántica y apasionada estima el afecto que los dos músicos sintieron el uno por el otro, haciendo caso omiso a los profundos lazos personales y artísticos que hicieron realmente posible que la relación entre Clara Schumann (née Wieck) y Brahms durase 43 años, hasta la muerte de ella.  
Eugenie Schumann, hija de Robert y Clara, recordaba en una biografía de su padre el decisivo día en que Brahms —entonces tenía veinte años— llamó al timbre de su casa: «[…] fue en 1853, el timbre sonó hacia el mediodía; corrí hacia fuera y, como hacen los niños, abrí la puerta. Allí vi a un chico muy joven, atractivo, con el pelo largo y rubio. Pidió por mi padre, pero había salido con mi madre, le dije. Se aventuró a preguntar cuándo podría volver a venir.» Al día siguiente, el joven Brahms fue recibido por Robert Schumann, que lo invitó a tocar las composiciones propias que había traído. «Por favor, espera un momento, tengo que avisar a mi mujer», pidió Schumann tras oír unos pocos compases de la música de Brahms. «Mis padres», decía Eugenie, «estaban de lo más excitados —volvían a empezar una y otra vez y no podían hablar de nada que no fuera el dotado joven visitante.» Este encuentro entre los tres músicos les cambió la vida: para Robert Schumann, que se apresuró a publicar la música del joven compositor y pianista, Brahms era «el verdadero Apóstol» de la música.
 
El 4 de marzo de 1854, el esposo de Clara fue internado en un hospital tras haberse lanzado al Rin en un intento de suicidio. A partir de este evento, la relación entre ella y Brahms se fortaleció, algo que podemos conocer especialmente gracias a su larga correspondencia (desde 1854 hasta 1896). Clara buscó en un grupo de jóvenes músicos, en los que se encontraba también Joachim, apoyo moral y consuelo: fue, sin embargo, en Brahms —el más joven y con mayor talento— en quien más se apoyó de entre todos: en este sentido, es importante entender que este hecho se vio reforzado por la simple razón de que, al no tener un empleo regular, también era quien tenía más tiempo libre. Con veintiún años, Brahms volvió a Düsseldorf a casa de Schumann para convertirse en el sustituto de Robert: tomó posesión del libro de cuentas de la casa —controlaba los gastos con el mismo método de quien había sido un meticuloso padre y marido—, cuidaba los niños cuando Clara se iba de gira y visitaba regularmente a Robert en el hospital, haciendo de mensajero entre marido y mujer (Clara tenía prohibido por los médicos visitar su esposo). Los efectos que esta situación tuvo sobre Johannes pueden verse en su correspondencia con ella: «ojalá el médico me permitiera ayudarle o me utilizase como enfermero… Así podría escribirte sobre Robert todos los días, y podría hablarle a él de ti». Sentir admiración por Clara Schumann no era algo demasiado inaudito: en calidad de artista, ya había firmado composiciones propias (aunque desde que se había casado su producción había disminuido) y era una pianista de renombre —había sido admirada por Paganini, y Liszt, Chopin y Mendelssohn le habían dedicado sus obras—; además de su carrera profesional, sin embargo, había que reconocerle el mérito de sacar adelante con sus propios ingresos una familia de 7 hijos. La adoración del joven Brahms era evidente: «estoy seguro de que no me preocupo ni la admiro más que la amo y estoy bajo su hechizo. A menudo me he contener forzosamente de abrazarla silenciosamente con un brazo —no sé, me parece tan natural que dudo que ella no me entendiera. Creo que ya no podré amar otra chica soltera —al menos me he olvidado de ellas. Mientras estas prometen el cielo, Clara nos lo muestra», escribía a su amigo Joachim en junio de 1854.
 
La libre expresión de estos sentimientos tan íntimos preocuparon a Brahms —temiendo su exposición o que fueran malentendidos— hasta el punto de que, en mayo de 1856, pidió a su remitente que, tras leer las cartas, las hiciera desaparecer. A Clara Schumann le debemos que se haya preservado hasta nuestros días una parte considerable de su correspondencia: aunque accedió a la petición de Brahms, guardó sus cartas preferidas y, cuando empezó a quemar el resto, su hija Marie la detuvo a tiempo. El 29 de julio de ese mismo año, Robert Schumann murió en el hospital acompañado de su esposa. A partir de entonces, las misivas del joven Brahms disminuyeron en ardor, pero la amistad —con los episodios de generosidad, estima, peleas y reconciliaciones pertinentes— continuó.
 
En el ámbito musical, Brahms ayudó a Clara a editar la música de su marido, a la que se consagró después de su muerte. Por su parte, ella lo presentaba a otros artistas y amigos influyentes, estrenaba su música en sus giras, escribía a los editores para que publicaran su obra y lo acompañaba, junto con Joachim, en sus conciertos. La música, el espacio para compartir tanto pensamiento como obra, era, sin duda, lo que más les unía: Clara Schumann pudo entender e interpretar la genialidad de Brahms cuando éste todavía era joven y sus instintos y comprensión musicales lo alentaron y animaron a convertirse en el músico que recordamos hoy en día. El aprecio que Brahms tenía de su opinión se ve en el hecho de que ella siempre fue la primera remitente de sus manuscritos: «puedes ser realmente crítica; quiero que me digas especialmente qué te parece feo, aburrido, etc. » A Clara le encantaba su música: sobre la Sonata para violín en Sol Mayor, op. 78, le dijo que aunque «quizás muchos otros podrían entenderla y hablar mejor de ella, nadie puede sentirla tanto como yo —los más profundos y tiernos rincones de mi alma vibran con esta música». Brahms valoraba su profesionalidad y experiencia, su sensibilidad musical, y respetaba su trabajo tanto como intérprete como compositora: «si no te gusta la sonata [op. 108] cuando la toques en casa, no te molestes en tocarla con Joachim y devuélvemela. » Un total de trece obras de Brahms fueron dedicadas a Clara Schumann, incluida su Sonata para piano, op. 2, compuesta sólo dos meses después de haberse conocido.
 
Brahms también era asesorado por la infatigable pianista en asuntos financieros con toda familiaridad. El 6 de mayo de 1867, por ejemplo, le informaba de que «te he comprado tres acciones en el Ferrocarril del Rin en Colonia por 750 táleros… Me gustaría habértelas comprado por valor de mil táleros, pero no sabía si querrías que lo hiciera, dado que debería haber pagado mil doscientos por ellas.» Schumann sabía cómo hacer dinero —llevaba haciéndolo toda la vida— y, efectivamente, el valor de las acciones subió y ambos disfrutaron de un incremento del 10% de su valor. Con el tiempo, aunque es cierto que Brahms nunca dejó de pedirle consejo en cuanto a sus composiciones, los roles empezaron a cambiar. Clara empezó a pedirle consejo sobre sus hijos, y hablaba con él sin vacilar sobre sus problemas personales y de salud. A pesar de ser una persona muy ocupada, Johannes Brahms nunca dejó de escucharla y darle consejos.
 
Toda amistad, sin embargo, y especialmente una tan duradera como ésta, está sujeta a momentos de tensión. En 1891 parecía irremediable una separación entre ambos, a raíz de una discusión originada a partir de la publicación de una versión temprana de la Cuarta sinfonía de Robert Schumann. «Es duro después de cuarenta años de servicio fiel (o como quieras describir mi relación contigo) ser considerado como nada más que una “mala experiencia”» le dijo Brahms en una carta el día del 73º aniversario de Clara. A modo de reconciliación, sin embargo, añadió: «Permite a un pobre forastero que te diga que piensa en ti con la misma reverencia que lo ha hecho siempre y que desde el fondo de su corazón te desea —a ti, la persona más preciada por a él— una larga vida, el bien, y mucho amor. ¡Ay!, soy más desconocido para ti que nadie… Pero hoy tengo que repetirte de nuevo que tú y tu marido me disteis la experiencia más bonita de mi vida y representáis los más grandes tesoros y los momentos más nobles de la misma.» Brahms era una persona falta de tacto y desconsiderada, algo que exasperaba Clara, ya que veía que esto afectaba muy profundamente su relación con los demás. Entre las posibles razones detrás la grosería y brusquedad de Brahms hacia su amiga estaba el hecho de que a pesar de ser un miembro de su familia, no lo era. Como ya había expresado, la mejor experiencia de su vida había sido conocer a los Schumann, y anhelaba ser acogido en su familia —como hermano, como esposo, como hijo. En una carta a Clara en 1896 destinada a consolarla por la enfermedad de su yerno lo expresó sutilmente: «Es la mayor y mejor suerte tener una familia y vivir en estrecha relación con las personas que no sólo están vinculadas a ti por sangre, sino que también son apreciadas y queridas. Tú has disfrutado de esta bonita felicidad en todos los sentidos, pero sé que lo has pagado profundamente con mucha ansiedad y dolor… Y aún así, no querrías intercambiar el sitio con una persona que ya no puede experimentar estas cosas… Espero recibir de ti una misiva pronto para aliviar mi ansiedad.»
 
Clara Schumann, sin embargo, murió el 20 de mayo de ese mismo año. Después de la muerte de Robert, ella había escrito a sus hijos: «Casi no conocisteis a vuestro padre, erais demasiado pequeños para sentir profunda aflicción, por lo que tampoco me podíais dar ningún consuelo a lo que yo estaba sufriendo. Entonces llegó Johannes Brahms. Vuestro padre lo amó y honró como no lo hizo a nadie excepto Joachim. Vino como un verdadero amigo, para compartir todo mi sufrimiento; fortaleció el corazón que amenazaba con romperse; inspiró mi mente, alegró mis ánimos como pudo. En breves, era mi amigo en el sentido más pleno de la palabra.» El día del funeral de Clara, Brahms dijo a sus amigos: «Hoy he enterrado la única persona que he amado de verdad». Once meses más tarde, él también se fue para siempre.

Foto 1: Dibujo de J. B. Laurens “Brahms en Düsseldorf en otoño de 1853”.
Foto 2: Clara Schumann en 1857.


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  1. Avatar Jesús Barroso Gil dice:

    El destino y la música agrupó a
    estos geniales músicos .Hoy podemos disfrutar de sos partituras.Gracias


Loles Raventós García-Amorena
Loles Raventós García-Amorena
Redactora
@LolesRaventos