Critica

Divertimento de gala en L'Auditori

18-03-2019

El último concierto de la temporada de cámara de L’Auditori nos ha brindado la oportunidad de sentir tres solistas de excepción en una conjunción fantástica. El violinista Daniel Sepec, la violista Tabea Zimmermann y el violonchelista Jean-Guihen Queyras, tres de los cuatro integrantes del Quartet Arcanto, ofrecieron un programa con dos grandes clásicos como Beethoven y Mozart, separados -o unidos- por el compositor del siglo XX Sándor Veress. Los tres músicos mostraron un gran dominio de los instrumentos y de las obras, y se puso de manifiesto la complicidad entre ellos.

No es extraño que la música de cámara tome cada vez más adeptos en Barcelona, que llenan la sala Oriol Martorell cada concierto. La programación de L’Auditori nos tiene acostumbrados a unas formaciones de lujo. Sepec, Zimmermann y Queyras son un ejemplo. Empezaron con la Serenata para trío de cuerda en re mayor, op. 8, una obra del período clásico de Beethoven que rezuma jovialidad y alegría de vivir. Sigue la estructura del Divertimento, con una secuencia de movimientos que se abren y se cierran con una Marcia.

Los tres músicos transmitieron la jovialidad y la alegría de vivir de la pieza de Beethoven. Tocaban relajados, confiados y lanzándose miradas cómplices entre ellos. Daniel Sepec, concertino de la Deutsche Kammerphilharmonie, lució un sonido cristalino y delicado, aunque le faltó un poco de espesor, más amplitud para ponerse al nivel de Tabea Zimmermann y Jean-Guihen Queyras. Ambos tocaron con una sonoridad dulce, ancha, aterciopelada y cálida. Sin embargo, es innegable que sentíamos tres músicos de primera fila que no sonaban como tres solistas individuales juntos, sino como un trío, perfectamente engranado en una unidad.

La pieza rompedora, el Trío de cuerda de Sándor Veress, es una composición que data de 1954. Veress es un autor húngaro, nacido en 1907 en la actual Rumanía, discípulo de Kodály y de Bartók y maestro de Kurtág y Lygeti. En 1949 se exilió en Suiza, y allí se acercó al dodecafonismo, que abordó de manera muy libre y personal. Su Trío de cuerda es una obra de gran intensidad expresiva, con todo tipo de dificultades técnicas para los intérpretes, incluyendo glissandos en pizzicato para el violonchelo. Sepec, Zimmermann y Queyras dejaron atrás el clasicismo cortesano de Beethoven y se adentraron en esta pieza tan radical y atrevida con energía renovada.

En la segunda parte el clasicismo volvió a emerger con la pieza que daba título al concierto: el Divertimento para trío de cuerda, KV 563, de Mozart. Se trata de una obra doce años anterior a la de Beethoven, con el mismo espíritu cortesano, elegante y jovial, que se volvió a traducir en las sonrisas de complicidad entre los tres músicos. El violín de Daniel Sepec sonó con un sonido generoso y la cuerda, del todo alineado con la viola y el violonchelo. El Adagio fue especialmente redondo y expresivo, con pases de arco largas llenas de intensidad y de lirismo. En el Adagio, igualmente como en el Andante, la viola de Zimmermann sobresalió con un sonido cálido y envolvente, como una especie de puente entre el violín y el violonchelo.

El Divertimento no fue en ningún caso superficial, como podría indicar la palabra, sino profundo y lleno de belleza, en una interpretación inigualable por parte de los tres intérpretes.

Foto: Daniel Sepec, Tabea Zimmermann, Jean-Guihen Queyras.
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