Critica

Dudamel i la Mahler Chamber Orchestra, un combo d'alta combustió

19-09-2018

Gustavo Dudamel ha vuelto a la ciudad condal y se ha colocado, el día 18 de septiembre, al frente de la Mahler Chamber Orchestra para ofrecernos un concierto que ha abierto la temporada 2018-19 de “Palau 100” en el Palau de la Música Catalana.

La Mahler Chamber Orchestra ha aparecido en el escenario del Palau en medio de un cálido aplauso y ha quedado patente la juventud de sus miembros, así como la relativa informalidad del ensemble, con sus intérpretes vestidos de negro riguroso pero sin corbata ni un protocolo estricto, lo que de vez en cuando se agradece.

Después de los intérpretes ha aparecido la estrella de la velada Gustavo Dudamel, en medio de un aplauso casi estrepitoso. Ni que decir tiene que el público barcelonés esperaba con ansia la velada. Después de un largo aplauso han comenzado a sonar las primeras notas de la Quinta Sinfonía D. 485 de Franz Schubert de una manera delicadísima, casi con un carácter camerístico y denotando la personalidad clásica de esta sinfonía, que se acerca más a Beethoven que a los románticos tardíos.

El primer movimiento o Allegro de la sinfonía ha mostrado claramente la conexión entre los intérpretes, entre las secciones de cuerda y la de éstos con el director invitado, que parecía extraer los contrastes del primer movimiento de la sinfonía como si estuviera creando pinceladas sobre el escenario. Este primer movimiento ha quedado planteado como un juego delicado entre los forte y los piano de la orquesta, que ha sabido mantener siempre el carácter camerístico que la caracteriza.

El Andante con moto ha aparecido con un aire de salón ciertamente típico del clasicismo, dejando entrever un cierto romanticismo pero sin acercarse del todo; y posteriormente el fantástico Menuetto (Allegro molto), caracterizado por su solemnidad pero también por las 'mordidas' que hace la cuerda, ha mostrado el carácter más feroz de la orquesta, que todavía debería demostrar su máxima potencia con la segunda parte del concierto. El tercer movimiento de la sinfonía de Schubert, un autor más conocido por sus lieder que por las obras orquestales, ha sido interpretado igual que un 'scherzo'; el carácter juguetón del primer movimiento ha sido recuperado por Dudamel, que en ciertos momentos incluso tenía la mano izquierda a la cintura e intercambiaba sonrisas de algunos intérpretes de la orquesta.

El último movimiento de la sinfonía y final de la primera parte ha sido encarado con un estilo más cercano a Brahms, haciendo estallar el sonido de la orquesta y dejando de lado el sonido de los salones para acercarse al sinfonismo propio del romanticismo.

Tras la media parte del auditorio se ha vuelto a llenar lentamente y han comenzado a sonar las primeras notas de la Cuarta sinfonía en mi menor op. 98 de Johannes Brahms, una sinfonía que, para los adeptos al maestro alemán, puede hacer derramar lágrimas y todo. El aire suntuoso y épico de la sinfonía, en contraposición al clasicismo de Schubert, ha puesto de manifiesto la transformación de la orquesta que ciertamente ha perdido el carácter camerístico para convertirse en una sinfónica más que decente para la segunda parte.

El diálogo inicial del Allegro non troppo ha sido interpretado de una manera bien contrastada y al mismo tiempo delicada por la orquesta; la armonía del primer movimiento, con la sección de violonchelos marcando el camino y la sección de viento metal com una almohada, ha sido realmente maravillosa. La tensión armónica ha quedado tan lograda que parecía que se podía palpar con los dedos, de tan sólida y plena; Dudamel parecía nadar entre las ondas acústicas, junto con los músicos; talmente un espectáculo de danza digno de ver!

El segundo movimiento, que anteriormente ha hecho derramar lágrimas por más de un par de mejillas, ha sido interrumpido sórdidamente por un teléfono móvil que ha conseguido que Dudamel dejara de dirigir. Al cabo de unos minutos de precaución la orquesta ha reanudado el trabajo y han vuelto a sonar las trompas del inicio del fabuloso Andante moderato.

La atmósfera que se ha creado en este instante ha sido del todo mágica, la sección de vientos, que ya había demostrado estar a la altura en la primera parte, ha crecido con creces en la segunda. Los 'pizzicati' del segundo movimiento que a menudo son contenidos, han sido interpretados un poco como una marcha, con un buen ritmo guiado por el maestro Dudamel que ha hecho crecer el sonido de la orquesta con contención pero sin perder el ritmo hasta el eclosión armónica del final del movimiento, creando un cojín mullido pero bien suntuoso, recuperando el estilo épico del inicio de la sinfonía.

El Allegro giocoso del tercer movimiento ha comenzado a sonar de manera contenida pero muy potente, como una especie de premonición de la impetuosidad que debería llegar. Justo en el momento preciso en que paran de sonar las últimas notas del tercer movimiento, ha vuelto a sonar un segundo teléfono móvil, esta vez por suerte sólo durante unos segundos.

El cuarto movimiento o Allegro energico e passionato ha hecho gala de su nombre aún y empezar de manera más que solemne y ceremonial, recuperando de nuevo la épica y la seriedad romántica del inicio de la sinfonía, para convertirse rápidamente en un torrente desbocado de armonía y ritmo, conducido magistralmente por Dudamel. El cojín armónico creado durante el segundo movimiento ha estallado de manera espléndida en este último, demostrando la habilidad camaleónica de esta orquesta tan especial y del querido director venezolano.

Los bravos y aplausos no se hicieron esperar, de hecho Dudamel no ha tenido tiempo ni de deshacerse del último suspiro antes de sentir los primeros 'bravos', y evidentemente la ovación ha sido realmente atronadora, lo que ha obligado el director a salir a saludar unas cinco veces, todas ellas después de hacer saludar a los jefes de sección y solistas de la orquesta espléndidamente.

Foto cabecera: Mahler Chamber Orchestra
Fotos cuerpo: Dudamel, Mahler Chamber Orchestra

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