Critica

El viatge de Genus Angelicum

11-03-2019

El pasado miércoles 6 de marzo, estudiantes de Antigua del ESMUC y el ensemble Dichos Diabolos ofrecieron un concierto de música del barroco hispánico en la Iglesia de Santa María del Pi titulada Genus Angelicum. Música para la consagración de la Catedral de Puebla de los Ángeles (1649). La interpretación musical se hizo bajo estrictos criterios históricos: de hecho, se encomendó la confección de una chirimía baja para que así aparecía en las partituras originales.

Genus Angelicum es el nombre que dieron los colonos a aquellos hombres «puros e inocentes» que se encontraron cuando llegaron al Nuevo Mundo; y es, también, el título que da nombre al repertorio que engloba la música compuesta por la consagración de la Catedral de la Puebla de los Ángeles. Se trata de un programa del todo ambicioso, que pretende llevar a nuestra contemporaneidad uno de los eventos musicales más importantes de la historia de América Latina a través de un resultado de investigación artística sobre las prácticas instrumentales y vocales de entonces. Así, la Puebla de los Ángeles, ciudad creada ex nihilo por los españoles y para los españoles, se convirtió en un siglo más tarde, uno de los centros culturales más importantes de la llamada «Nueva España»; entre su legado cultural se encuentra, precisamente, las obras de construcción de la Catedral de la Puebla.

A partir de un trabajo de investigación en fuentes documentales e iconográficas, Dichos Diabolos, con la ayuda del profesor Lluís Coll, han querido reconstruir un contexto donde la música jugaba un rol fundamental. Este ensemble de ex alumnos de la ESMUC especializado en música antigua contó, también, con la ayuda del Conjunto de Antigua del ESMUC y otros músicos, además del Cor Infantil del Conservatorio Profesional de Música de Badalona (dirigido por Ricard Oliver) y el Cor Infantil del Estudi Musical 143 (dirigido por Meritxell Puig) para completar la plantilla necesaria para interpretar este concierto de música de barroco hispánico.

De este modo, el mismo escenario donde hace pocos días tenían lugar algunos de los conciertos más importantes del ciclo Llums d’Antiga de L’Auditori – La Iglesia de Santa María del Pi -, se pudieron escuchar obras de los siglos XVI y XVII de compositores como Juan Gutiérrez de Padilla, Philippe Rogier o Hernando de Cabezón gracias a la colaboración del Archivo Musical del Venerable Cabildo de la Catedral de la Puebla. Con la voluntad de crear una determinada narratividad, se interpretó la música de manera seguida, enlazando, en algunas ocasiones, una obra con la siguiente a través de un pedal.

Así, el concierto se inició con la obra de Gaspar Fernández Elegit eum Dominum, de sonoridades brillantes y eléctricas y con una disposición del espacio que, a modo de presentación colectiva, permitía una interacción entre las diferentes voces e instrumentos . Le siguió un Salve Regina de Melchor Robledo, donde Belén Vaquero realizó la primera de varias intervenciones solistas: con sólo 21 años, sorprendió con un color profundo y grueso y una textura oscura que evitaba el vibrato. Con una interpretación muy expresiva y una presencia que llenó las paredes de la Iglesia, Vaquero defendió con creces todos los solos que cantó pero también se puso de manifiesto la falta de años de trabajo vocal por una colocación de la voz tirada atrás y con un poco de aire.

El concierto siguió con el la misa Ego flos campi y un Stabat Mater de Juan Gutiérrez de Padilla con una obra de Francisco Correa de Arauxo medio. Con algún pasaje rítmicamente complicado pero muy bien defendido por parte de los instrumentistas, pudimos disfrutar, en esta parte del concierto, de diferentes intervenciones solistas: a destacar la técnica de Mónica García en la flauta de pico, que tocó y caminó al mismo tiempo, la presencia de Dimitri Kindynis a la viola da gamba y la homogeneidad del cuarteto vocal en el Stabat Mater.

Más tarde, en el Regina Caeli laetere de Francisco Guerrero, pudimos oír los más pequeños, que, a una y dos voces, dieron un toque de inocencia a una de las obras que se compuso, de hecho, por una capilla de música, la de Juan Gutiérrez Padilla, que contaba con una plantilla de unos catorce niños en el corazón. Justo antes de la intervención de los coros infantiles, el tenor Oriol Guimerà realizó un solo con una voz ligera y muy cuidada que encajaba perfectamente con el coro de voces blancas.

Después de un bis – el Agnus Dei de la misa de de Padilla -, el concierto se clausuró con los aplausos generosos de un público que se fue con la sensación de haber hecho un viaje en el tiempo, el s. XVII, y el espacio, México.


Foto: Dichos Diabolos

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