Critica

I. Die Schöne Müllerin

26-02-2019

Un evento musical y cultural de primer orden. Esto es lo que nos propone el Palau de la Música los próximos días con los tres grandes ciclos de canciones de Franz Schubert interpretados por Matthias Goerne y Leif Ove Andsnes los días 4, 5 y 7 de marzo.

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En la historia de la interpretación vocal hay cantantes inevitablemente vinculados a una obra o un compositor. Podríamos mencionar la Tosca o La traviata de Callas, la Norma de Caballé, el Werther de Kraus, la Isolda de Flagstadt o La canción de la tierra de Kathleen Ferrier, por citar algunos de los más indiscutibles elegidos al azar. No es una osadía afirmar que los tres ciclos liederístico de Schubert, es decir La bella molinera (Die Schöne Müllerin), El viaje de invierno (Winterreise) y El canto del cisne (Schwangesang), quedarán asociados a la figura de Matthias Goerne quien, a sus cincuenta y dos años, es ya una leyenda en este repertorio.

Disfrutar en directo y de cerca de la experiencia de Goerne interpretando estas obras es una de esas epifanías que todo aficionado a la música debería vivir en algún momento. En condiciones ideales de espacio y acústica, la intensidad de la interpretación, la reconcentración dramática, el dominio del texto hasta los rincones más escondidos, la radicalidad del planteamiento, la profundidad psicológica y la identificación con el estilo y el mensaje, hacen del Schubert de Goerne un punto y aparte. Especialmente en una obra como La bella molinera, que abrirá esta serie de tres conciertos.

La bella molinera es, cronológicamente, el primero de los tres ciclos de canciones escritos por el compositor vienés y se puede considerar, con permiso de An die Ferne Geliebte, de Beethoven, el primer gran ciclo liederístico de la literatura romántica. Schubert lo escribió en 1823 a partir de una recopilación de poemas de Wilhelm Müller que narran el despertar de la primavera amorosa de un joven que busca vivir la vida y el amor apasionadamente. Un trayecto que, en el caso de La bella molinera, la acaba conduciendo a la desesperación y la muerte. Si en el inicio percibimos un componente optimista, el optimismo de un joven con todo para vivir y aprender, con ritmos vivos y paisajes poéticos coloreados, a medida que la frustración amorosa se consuma, la soledad y la desesperación toman la iniciativa, acompañándonos hasta un final inevitablemente trágico.

La primera parte del ciclo es predominante el tono mayor, y las canciones transmiten la voluntad de viaje, la sed de experiencias, la necesidad de amar. Pero cuando el amante es rechazado, cuando su amada escoje al cazador en lugar de nuestro molinero ya encontramos aquel Schubert que reflexiona sobre el sentido de su existencia, la de un hombre que se siente solo y abandonado. Y nosotros, inevitablemente, con él.

A diferencia de Winterreise, un verdadero descenso a los abismos del alma humana desde los primeros compases, también musicado a partir de poemas de Müller, Die Schöne Müllerin dibuja un arco más variado. A pesar de la poca distancia temporal entre la composición de ambas obras, el espíritu de la primera y la segunda son muy diversos y, en su distancia, se percibe la vertiginosa evolución, en un breve espacio de tiempo, de Schubert como ser humano y como compositor.

Schubert escribe Die Schöne Müllerin con 26 años, poco después del diagnóstico de una sífilis que pondrá fin a su vida sólo cuatro años más tarde. Consciente de un desenlace en ese momento inevitable, el compositor vienés comienza a componer, una tras otra, verdaderas obras maestras que, en muchos casos, reflejan el momento crítico y de forzada madurez al que ha llegado su vida. Todo esto se puede intuir en este primer ciclo, que combina la esperanza y las ganas de vivir con la tragedia final. Como si fuera un libro abierto, en Die Schöne Müllerin observamos el paso del Schubert despreocupado al Schubert trágico.

Todo ello, Matthias Goerne lo transmite con una pasión, una sabiduría y una originalidad de planteamiento inigualables, partiendo de un profundo conocimiento del texto que determina, a menudo, soluciones musicales radicales, no aptos para todos los gustos. Alejándose de una expresividad convencional, a la Biedermeier – con la que muchos grandes cantantes la han interpretado-, de la estética de budoir y de ortodoxias estilísticas, la interpretación del barítono se acerca al espíritu revolucionario que estaba estallando en Europa y que tiene sus orígenes intelectuales en el movimiento Sturm und Drang nacido unos años antes. Concretamente en Weimar natal del cantante, donde residía Goethe, no por casualidad uno de los poetas más musicados por Schubert. Goethe, Schubert, Goerne … Una conexión artística que nos transporta en el epicentro de la gran tradición, con sus luces y sus tinieblas, de la cultura europea.


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Foto: Matthias Goerne & Leif Ove Andsnes, Schubert
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