Critica

La Trágica de Mahler

23-01-2019

Este domingo 20 de enero, en la sala Pau Casals de L’Auditori, pudimos disfrutar por tercer día consecutivo de una obra de grandes dimensiones y complejidad, la Sexta sinfonía de Gustav Mahler también conocida como Trágica (aunque el propio compositor nunca puso sobrenombres a sus sinfonías). Nos la interpretó la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Catalunya (OBC) bajo la dirección de Karl-Heinz Steffens, director que sustituía el primero programado Pinchas Steinberg y que debutaba con la orquesta barcelonesa.

Este es el segundo Mahler de gran tamaño de esta temporada, que se inauguró con la Quinta sinfonía del mismo compositor, y es que no hay año que la programación de la OBC no contenga una o dos sinfonías del compositor austríaco, que siempre da como resultado una sala llena y un público muy entregado y conocedor de lo que va a escuchar.

La orquesta satisfació al público con su interpretación, con unos buenos instantes camerísticos típicos de la escritura mahleriana, unos tutti exuberantes y algunos solos impecables y muy destacables como los de trompa, trompeta, tuba y violín. Pero debido a la gran plantilla requerida, que supera con creces los músicos titulares de la orquesta, y por tanto la necesidad de colaboradores externos, en algunos momentos, el nivel de la orquesta se vio rebajado con puntuales desajustes de afinación o alguna imprecisión de ataques, así como la falta de más presencia de la sección de violines.

La dirección de Steffens mostraba un control absoluto de la obra. Con una mirada altiva y de gran solemnidad en el inicio de ésta, consiguió remarcar el carácter militar sin dejar de lado la majestuosidad que requiere esta música. Se mostró muy efectivo en el control de las secciones rítmicas, y quizás con una pequeña falta de flexibilidad en cuanto a los tempos, lo podría haber enfatizado el lirismo o conseguir la gran expresión que encontramos, en la música de Mahler, en los enlaces entre frases.

Al primer movimiento le siguió el andante moderato, ordenando así los movimientos según las interpretaciones de la sinfonía que hacía el mismo Mahler y la rectificación del orden que hizo después de una primera edición de la partitura. Fue un movimiento en el que no se logró construir y aguantar la tensión en su globalidad, pero en la sección final la orquesta llegó a cobrar la densidad necesaria para encontrar el sentido a todo lo que había sonado con anterioridad y al mismo tiempo terminaba con una máxima delicadeza.

En el tercer movimiento, el Scherzo, Steffens nos ofreció una interpretación muy personal y cuidada, con unos claros contrastes de carácter y con una gran sencillez y elegancia en el fraseo, de claras reminiscencias clásicas.

El cuarto movimiento, Finale: Allegro moderato – Allegro energico, es una lucha entre música con mucha luz, vitalismo y majestuosidad, y música oscura, misteriosa y que presagia la tragedia. La contraposición y transformación de estos elementos estuvo muy bien gestionada y los esperados martillazos (hubo dos veces, como indica la partitura original de la que Mahler restó el tercer golpe, aunque este último se lleva a cabo en muchas las interpretaciones actuales) fueron de gran impacto y efectividad. Cuando parece que finalmente “el bien” hubiera ganado la batalla y el público podía devolver poco a poco a respirar con normalidad, nos cae encima un final inesperado y fatídico.

El público ovacionó con mucha efusividad el director y la orquesta, una muestra de entusiasmo que contrasta drásticamente con la sensación de vacío en el que finalice la sinfonía y que hace reflexionar si tal vez la mejor respuesta a este final sería que el público volviera a casa en silencio, porque después del final de la Sinfonía Trágica de Mahler, sólo la nada es posible.


Fotos: Auditori de Barcelona, Karl-Heinz Steffens. 

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