Cámara

Mediterráneo clásico IV: Baleares

La insularidad universal de la música

24-06-2020

La calma de Baleares pasa del sonido de las olas de sus calas a la música clásica que resuena en sus salas, teatros y conservatorios. Si bien es cierto que la tradición musical de Menorca, Mallorca, Ibiza y Formentera no entra precisamente en comunión tal y como ocurre en otros territorios, esta se ve más bien condicionada por un sentimiento sencillo y orgulloso de pertenencia a cada isla. Y es que el término “ses Illes” (sí, con artículo salado!) tan utilizado por la gente del Principat, muchas veces no se ajusta a la realidad y, en algunos casos, puede llegar a caer con poca gracia. En este artículo emprenderemos la última parada de nuestro viaje, la vuelta a casa en este archipiélago que, en una posición clave dentro del Mediterráneo, ha sido punto de conexión entre imperios y formas de expresión que se han ido depositando en una región tan heterogénea como universal.

El Teatre Principal de Maó (Menorca) es el teatro de ópera más antiguo de España actualmente en activo. Fue fundado en 1829.

Mucho antes que los monarcas aragoneses, los griegos, fenicios, cartagineses, romanos y musulmanes ya habían desembarcado en las costas baleares, todos con propósitos diferentes. Aunque el contacto con estas culturas fue en cierto modo superficial, todos dejaron, en mayor o menor medida, su propia huella. Se dice que por las estrechas y tortuosas calles de las ciudades se podían escuchar las oraciones de los muecines como primera manifestación musical en las islas, aunque los salmos que tanto judíos como cristianos cantaban conjuntamente de camino a la liturgia, tal y como describe el epístola enviada por el obispo Severo en el siglo V, sitúan esta tradición musical muy anterior a la ocupación musulmana. De carácter profundo y espiritual, en los primeros tiempos del Islam la música era considerada una rama de la filosofía y de las matemáticas; de ahí que los primeros compositores, en realidad, fueron filósofos. Fue precisamente el misticismo islámico de estilos musicales como el malhun o la música sufí el causante de que la música alcanzara la respetabilidad como medio para alcanzar el estado emocional de éxtasis que precede la inspiración humana.

Esta faceta culta de la música se perpetuó con la llegada de los conquistadores de la Corona de Aragón bajo las órdenes de Jaume I, en el caso de Mallorca e Ibiza, y de Alfonso III en Menorca, la cual quedó bajo un régimen de vasallaje debido al desgaste que supuso la cruenta conquista de Mallorca. Contemporáneo a este último, Ramon Llull expuso sus ideas sobre Ars Magna, Árbol de Sciencia y Rethorica que, entre otras muchas aportaciones, lo colocaron como uno de los grandes teóricos medievales. De su contacto con los musulmanes del Norte de África coincide la relevancia al considerar el poder expresivo de la música que más tarde heredó la Escuela Luliana, una corriente que llegó, a través del compositor alemán Salzinger, fundamentar los principios estéticos precursores de los que más tarde influyeron directamente en la reforma wagneriana a través de Schopenhauer.

Miniatura de una de las ediciones posteriors del libro de Ars Magna

La música no tardó en arraigar en un territorio que, a pesar de su insularidad, ha servido de nexo entre las diferentes culturas del Mediterráneo. Y es que las Baleares, en cierto modo, son una pequeña sinopsis de todo lo que hemos visto durante este viaje que ahora llega a su fin. El Reino de Mallorca floreció culturalmente bajo la Corona de Aragón y posteriormente bajo el gobierno de los Habsburgo, que mantuvieron sus instituciones políticas y culturales. Mallorca llevaba la voz cantante, con formaciones musicales como la Capella de la Seu o la Escolania dels Blavets de Lluc, siendo esta última una de las entidades musicales más antiguas de la isla y del estado español que aún se mantiene hoy en día. Constituida con el prior Gabriel Vaquer, su valor artístico no se puede valorar por su trayectoria concertando, ya que el reglamento, desde su fundación, establece como razón de ser de la Escolania el culto a la Virgen, mañana y tarde, en nombre de toda Mallorca. Por otra parte, la Real Capella del palacio de la Almudaina rivalizó con la Capella de la Seu a partir de 1730 con grandes maestros como Joan Rossell, antes director de la Seu de Tarragona. Tras una serie de interrupciones de su actividad, ésta se reanudó en las celebraciones de conciertos de carácter más espiritual, de entre los que destaca la Sibila, inaugurada en 1933 bajo la presencia de Manuel de Falla. Este canto, interpretado en todas las iglesias la noche del 24 de diciembre, sólo se mantiene en esta isla y se ha establecido como una parte fundamental en la identidad cultural mallorquina.

El canto coral balear, sin embargo, no termina aquí. Sólo en Mallorca la lista de formaciones corales es ya bastante larga, una tradición que, a parte de las entidades mencionadas anteriormente, se vertebra sobre los notables coros que surgieron de algunos de los convents de Ciutat y que permitieron, durante el siglo XIX, la interpretación de obras como el Réquiem de Mozart (1823) o La creación de Haydn (1829). La Nova Capella de la Catedral (1905), Schola Cantorum des Seminari (1909), el Orfeón Mahonés (1900) o la Capella Davídica de Ciutadella son ejemplos más de una trayectoria larga que se suma a las nuevas y numerosas formaciones que ponen música nuestros días. Las últimas estructuran el tejido coral de Menorca, también con una larga historia detrás que se vio entroncada en numerosas ocasiones por los constantes saqueos otomanos. La presencia de la música en la liturgia se tradujo en la formación de grupos corales, no sólo en la iglesia parroquial de cada población, sino también a las comunidades regulares de religiosos de cada convento.

La Escolania de Lluc interpreta la Sibil·la, concierto en la catedral de Notre-Dame de Reims,
9 de Mayo de 2017

Por otra parte, junto a Cataluña y el País Vasco, Baleares ha acogido una importante tradición organística. El instrumento más antiguo del que se tiene constancia es el de la Almudaina (1313), además de otros notables ejemplares como el de Santa María de Mahón o el de Santanyí y el de la Catedral de Ibiza, desgraciadamente destruido por la revolución de 1936. Y es que tal y como pasó en otros territorios peninsulares, la Guerra Civil dejó muy dañado el patrimonio cultural y religioso de las islas, como es el caso del Convento de Sant Agustí de Ciutadella, también con un órgano de considerables dimensiones y de incalculable valor, el cual se pudo restaurar el año 2006 y que cada verano pone música al claustro del patio del Seminari. El órgano de la Catedral de Ciutadella, también de Josep Casas y Soler, corrió la misma suerte. Aún así, a impecables organistas como Rafel Bru, Joan Mayans Marí o Joan Gaspar, se suman organeros como Gaspar Roig, Pau Estrada o Jordi Bosch de Verí, además de iniciativas como los Festivales Internacionales de Música de Órgano de Santa Maria de Maó que han atraído la atención fuera del archipiélago. Baleares es una tierra de órganos, instrumentos históricos de un valor que, a pesar de ser poco conocidos, constituyen un verdadero tesoro.

Siguiendo con la música instrumental, es difícil encontrar un pueblo sin su propia rondalla, orquestina o banda. Un normalmente se podía topar no sólo con una pequeña formación, sino con dos o más, dependiendo del contexto político del momento; las banda “liberal” y “el absolutista” de muchos pueblos seguro protagonizaron algún que otro incidente que pasó a la memoria colectiva como una anécdota bastante curiosa. Sin ir más lejos, en Llucmajor se podían encontrar la Banda de la Forca (partido liberal), la Banda d’Es Centre (partido Centro, maurista), Banda Socialista (partido socialista) y Banda d’En Coto (partido conservador). No es casualidad que el panorama musical tanto de las ciudades y de los pueblos baleares gire en torno a estas formaciones, muchas veces encargadas de poner música a las festividades locales. El ejemplo más claro es el papel de las bandas en las fiestas populares de Menorca, la intervención de las cuales se hace siempre muy esperada. Ejemplos como la Banda Sinfónica Ciudad de Ibiza, la Banda Municipal de Música de Palma o incluso la joven Banda de Música de Formentera son una muestra más de las raíces de este tipo de formación, siempre presente y de carácter más local.

De orquestas tampoco faltan, aunque su tradición está menos arraigada que en otros territorios como Cataluña. Actualmente, la Orquestra Simfònica de les Illes Baleares lleva el liderazgo de una historia que se inició en los años 40 y que ha supuesto que las formaciones orquestales del archipiélago se encuentren, en cierto modo, en minoría en cuanto a otros tipos de formaciones musicales. Desde Menorca la siguen la Orquestra de Cambra Illa de Menorca, nacida en el seno de Joventuts Musicals de Maó el verano de 1998 en un proyecto que, ahora independiente, aglutina la mayoría de músicos de la isla. La Jove Orquestra de les Illes Balears, la Orquestra de Cambra de Mallorca y la Orquestra Simfònica Ciutat d’Eivissa – dependiente del Patronato de Música de la isla – son también otras agrupaciones importantes que articulan el panorama musical balear, aunque también forman parte de éste las numerosas formaciones de cámara como tríos o cuartetos, además del papel relevante de entidades como Joventuts Musicals.

Órgano de la Iglesia de Nostra Senyora dels Socors (Convento de Sant Agustí de Ciutadella, Menorca)

Es innegable que las islas hierven de vida cuando llega el verano, muchas veces por la cantidad exagerada de visitantes que se aproximan a las costas para visitar playas y calas. De ahí que la mayoría de actividades musicales se organicen bajo la fresca húmeda de las noches de julio y agosto, como las que acoge el castillo de Bellver de Mallorca con el festival internacional Serenates d’Estiu Illes Balears, o de otros como el Festival de Música de Deià, Pedra Viva, el Festival de Pollença o el Festival Internacional de Jazz. Si bien es cierto que las connotaciones de este sector turístico tan potente últimamente no son muy favorables, la cultura – y la música por extensión – deberían jugar un papel más importante. Baleares no deberían quedar reducidas a la belleza de sus costas, que ya de por sí deberían recibir más atención a fin de protegerlas, sino que el patrimonio cultural de cada isla se ve en peligro por muchos factores, no sólo internacionales. La música clásica de estos territorios ha bebido de influencias tan únicas como diversas, no dejemos que la universalidad histórica de este pequeño enclave del Mediterráneo caiga en el olvido.


Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *