Opinión

Orquesta se escribe en femenino, sinfónica también

03-02-2020

El bicentenario del nacimiento de Clara Schumann en el año 2019 nos trajo algún artículo interesante, algún concierto conmemorativo en salas menores y alguna conversación al respecto; en definitiva, nada comparado a lo que figuras (a menudo masculinas) mucho menores pueden llegar a recibir postmortem. El último regalo de la celebración llegó el día 27 de enero en el Palau de la Música de la mano de un puñado de intérpretes, compositoras y artistas que se unieron para conmemorar la compositora alemana con un concierto que, por primera vez en la historia de la programación del Palau (y quizás de Barcelona), contó con un programa íntegramente firmado por compositoras.

Tras una presentación excesivamente larga y poco agradecida de Elisabet Carnicé, fue el turno de la Orquesta Sinfónica Solidaria de Barcelona, que se colocó bajo la batuta de Claudia Dubé Oranias.
 
El Palau de la Música, con una cantidad de público admirable por tratarse de un concierto pospuesto, recibió con un gran aplauso a las intérpretes de la velada, que iniciaron el programa con la grandiosa Sinfonía Gaélica de la compositora estadounidense Amy Beach, referente musical de su época y artista reconocida por su amplia y diversa obra escrita y publicada. Si bien es cierto que la sinfonía de Beach es desconocida para muchos, su calidad musical golpea cualquiera que se encare con ella, incluídas las personas que acudieron a su estreno, en 1896.
 
Dividida en cuatro movimientos, la obra atraviesa varios estadios emocionales; partiendo de un inicio delicadísimo y tormentoso al mismo tiempo, el primer movimiento se adentra en la grandiosidad sinfónica, algo que la directora dibujó admirablemente con una orquesta sólida, con una fantástica concertino y con una muy buena base armónica, a pesar de la obvia dificultad de la pieza. Los movimientos que siguieron fueron abordados con elegancia y temperamento por la joven orquesta capitaneada por una enérgica Claudia Dubé, y la maravillosa sinfonía “gaélica”, que recibe el nombre de las melodías inglesas, irlandesas y escocesas usadas por la autora a la hora de componerla, se desplegó por primera vez en el Palau.
 
La segunda pieza de la velada, Rondó para un Mayorazgo, de Teresa Catalán, hizo desaparecer la mayoría de los vientos del escenario excepto uno, el flautista Rubén Torres, que dejó boquiabierta a la audiencia con su parte solista. La sección de cuerdas, que ya había demostrado su valía con la sinfonía de Beach, volvió a lucirse con la obra de Teresa Catalán, una pieza que hizo viajar el auditorio cien años en el tiempo y que hizo patente la capacidad camaleónica de las intérpretes a la hora de interpretar obras contemporáneas, algo nada fácil.
 
Tras el descanso fue el turno de la compositora Clara Gil Abascal, de quien se interpretan Frágil, una obra escrita para orquesta sinfónica y piano, en este caso interpretado por Isabel Pérez Dobarro. La joven pianista gallega, junto con Claudia Dubé, regalaron al público y la compositora, presente entre el público, una interpretación delicada y minuciosa de la obra, que sirvió como preámbulo para la pieza de Clara Wieck Schumann.

La compositora alemana, de la que se celebraba el bicentenario de su nacimiento, se hizo lugar en el Palau de la Música, para hacer sonar su Concierto para piano y orquesta en La menor, op. 7, una obra escrita cuando la autora tenía tan sólo 13 años. La obra de la archiconocida compositora se caracteriza por su naiveté, según algunas; lo que es seguro es que el espíritu juvenil de la autora queda reflejado de la misma manera que lo hace en sus piezas camerísticas. Los tres movimientos del concierto fueron interpretados maravillosamente por la pianista y la orquesta, abordando con entusiasmo cada página de la pieza y manifestando un perfecto entendimiento con la directora.
 
Es de esperar que la proeza de llenar una gran sala de conciertos con música escrita únicamente por mujeres haya hecho caer la cara de vergüenza a las instituciones que deberían velar por que la recuperación de figuras tan importantes como son las mujeres creadoras, no tuviera que depender únicamente de pequeñas entidades con pocos recursos.

Fotos: Rafael Godoy


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