Opinión

Tiene futuro, la clásica? Tercera parte.

El futuro de la clásica va mucho más allá del conservadurismo al que es asociada.

21-04-2020

Un artículo publicado en el blog de ‘The Daffodil Perspective’ sirvió para inaugurar una serie de artículos llamados “Tiene futuro, la clásica?”. Después de habernos adentrado en la relación del canon y la música, y de haber diseccionado el machismo intrínseco de la clásica, es hora de cuestionar el sentido de las conmemoraciones, los homenajes y las recuperaciones musicales.

Dama Ethel Smyth

En las anteriores partes de esta ambiciosa reflexión (la primera i la segunda) se procuró tejer una serie de pensamientos en torno a la música clásica, su contemporaneidad y el futuro que, tal vez, la espera. En este tercer fascículo, el foco de atención se inspira en “el año Beethoven” y se centra en torno al sentido que tiene celebrar ciertas figuras históricas y la diferencia que hay entre celebrarlas y recuperarlas.

Como ya sabemos, tanto este año 2020 como el pasado han servido para conmemorar la figura de uno de los compositores más canónicos y más celebrados de la historia de la música, Ludwig van Beethoven. A raíz de esta celebración, que se ha extendido por todo el globo y que ha ocupado gran parte de las programaciones de salas públicas y privadas de todos los tamaños, algunas de nosotros nos planteamos el sentido de tal homenaje, aunque no tenemos duda de ser una exigua minoría.

Las personas que se preocupan por saber lo que pasa musicalmente a su entorno, conocen bien la tendencia “recuperadora” que, de vez en cuando, se hace a nivel musicológico. Curiosamente, las responsables de volver a insuflar vida a las autorías olvidadas son, normalmente, las formaciones más noveles, que aprovechan para lanzarse a los círculos públicos con nombres innovadores y programas relativamente desconocidos. Sin embargo, la recuperación de compositoras y compositores que parecen desaparecer de la historia de la música no es lo que nos interesa, en este caso.

Como decíamos, en Beethoven ha invadido las programaciones de las grandes salas con ciclos sinfónicos, ciclos de cámara, ciclos de conferencias y un largo etcétera, pero también de las salas más pequeñas, como las de entidades asociativas, públicas o simplemente espacios más reducidos donde las programaciones son más escasas y, por tanto, el porcentaje de protagonismo se dispara.

Y qué problema hay, al ocupar la programación de la mayoría de espacios concertísticos? Bueno, algunas de nosotros creemos que ciertos espacios musicales, sobre todo los públicos, deberían velar por sus misiones (aunque a menudo no parece que tengan), siendo así que recae en ellos la tarea de programar autoras y autores poco conocidos, música contemporánea, y todo lo que las salas más pequeñas, que dependen única y exclusivamente del taquillaje, no se pueden permitir programar. Es de esta manera como se introduce al público general a la música menos conocida, y es así, pues, como la música poco conocida deja de causar temor en oídos poco entrenadas. El peligro que tiene seguir ocupando la mayor parte del espacio musical con obras y autores que se conoce hasta la saciedad es que no queda espacio para el resto, y si no se hace espacio para el resto … pues bien, lea la primera y segunda parte de esta reflexión.

Florence Pride

Si seguimos tirando del hilo, podemos llegar a plantearnos qué sentido tiene conmemorar una figura como la de Beethoven en un contexto en la que está plenamente insertada. Apartándose completamente del espectro musical, veremos que aquellos personajes que se conmemoran en contextos en las que no les hace falta, suelen perpetuar algo plenamente establecido, por lo que solidifican la estabilidad de un modus operandi, en este caso cultural . En el caso del compositor germano por excelencia, la conmemoración extraordinaria parece pasar por alto el constante homenaje que se hace todo el globo, ya sea en forma de programaciones constantes, de títulos honoríficos a los nombres de las formaciones del momento, o en las numerosas publicaciones que durante años y años ocupan el sector editorial de la musicología canónica.

Si la musicología se dedica en cuerpo y alma a solemnizar estos personajes, quien hará reflotar aquellas figuras aún hoy olvidadas?

Seguro que el sector más conservador del mundo musical, que tristemente es una gran mayoría, creerá que todo eso son tonterías, y que al público general ya le gusta escuchar Beethoven hasta la saciedad, y que el alumnado agradece estudiar las composiciones canónicas, y que el sector académico devora cualquier publicación sobre “el genio”, y así ad infinitum. El problema que puede surgir es que, muy a menudo, no hay alternativas. Si estas figuras masculinas desbordan la cultura musical de una capital como Barcelona, ​​como pueden sobrevivir los márgenes? Si la musicología se dedica en cuerpo y alma a solemnizar estos personajes, quien hará reflotar aquellas figuras aún hoy olvidadas? Al fin y al cabo, sobre quien recae la responsabilidad de equilibrar la balanza cultural?

Pues recae sobre todas nosotros, finalmente. La responsabilidad de entender cómo funciona el mundo (musical) en el que vivimos, pasa por apreciar todo lo que se crea a nuestro alrededor, sin olvidar las aportaciones maravillosas de las personas que la historia ha arrinconado. De este modo, tal vez, podremos empezar a vivir en una cultura musical (clásica) rica, diversa, transversal y contemporánea en todos sus aspectos, que no dé miedo ni parezca demasiado elitista, abierta a todos y cercana. Del mismo modo que la gente se acerca sin problemas a las artes plásticas, deberíamos acercar sin temer la clásica.


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