Cámara

Teresa Carreño, la valquiria del piano

La historia de la clásica escrita por mujeres X

10-11-2020

«Es difícil expresar adecuadamente lo que sentían los músicos sobre esta mujer increíble que parecía una reina entre pianistas —y tocaba como una diosa. El instante en el que caminaba hacia el podio con su digno y firme porte captaba la atención del público, que no se perdía ningún detalle en la colocación de la larga cola de los vestidos que llevaba habitualmente. Su enérgico y masculino tono de voz, al igual que su manera de tocar, y la maravillosa ejecución de los pasajes con octavas, llevaban completamente a su audiencia a otro mundo.» Así se expresó Henry Wood, el mismo director que aceptó a Rebecca Clarke en su orquesta, cuando habló de Teresa Carreño.

Teresa Carreño

María Teresa Carreño (1853-1917) fue una destacada pianista, soprano, compositora y directora venezolana: la primera mujer pianista, decía Rubinstein. Nacida en Caracas en el seno de una familia con tradición musical, Carreño —conocida también como “Teresita”— fue una música precoz desde su infancia: recibió sus primeras clases de manos de su padre, compositor de los más de 500 ejercicios con los que Carreño ya practicaba a los cinco años ante el piano, y, más tarde, estudió música con el profesor alemán Julio Hohene.

La cesta de flores de Teresa Carreño

En 1862, la familia Carreño emigró a Nueva York, donde la jovencísima pianista se inició en el mundo profesional de la música ofreciendo conciertos privados y públicos. Durante las primeras semanas que Carreño estuvo en Nueva York, conoció al pianista y compositor estadounidense Louis Moreau Gottschalk; tras escuchar sus interpretaciones, Gottschalk se hizo cargo de la formación y la promoción de la niña, que le dedicó su primera composición —Gottschalk Waltz. Entre 1863 y 1865, Carreño viajó por todo Estados Unidos ofreciendo conciertos, comenzando por Nueva York y Rhode Island hasta llegar a Washington, D.C, que combinó con una gira por Cuba. Con tan sólo nueve años, debutó como solista con la Orquesta Sinfónica de Boston y la Filarmónica de Londres. De entre todos los conciertos que ofreció durante este periodo de su formación, destaca la velada musical que protagonizó en la Casa Blanca en el otoño de 1863 después de haber sido invitada por el presidente Abraham Lincoln: Carreño interpretó la música de su maestro, dado que era conocedora de que la música de Gottschalk era del agrado del presidente. Carreño volvería de nuevo a la Casa Blanca en 1916, cuando a los 63 años ofreció un concierto para el presidente Woodrow Wilson.

Teresa Carreño se trasladó con su familia en 1866 a París, donde conoció a algunos de los músicos más destacados del momento. La pianista, que se adentró en una gira por países de todo el continente entre los que encontramos el Reino Unido y España, estableció contacto con Gounod, Liszt —que quedó impresionado con la técnica de la pianista—, Ravel, Debussy, Brahms y Rossini. Este último fue el primer profesor de canto de Carreño, que preparó su voz de soprano para su primera participación en una ópera en el rol de la Reina en Les Huguenotes de Meyerbeer y en el rol de Zerlina de Don Giovanni.

Romanza para violín y piano de Teresa Carreño

Durante las siguientes décadas, Carreño expandió su actividad artística por los Estados Unidos, donde ofrecía conciertos acompañada por los cantantes de ópera más importantes del momento. Carreño también fue invitada por Joaquín Crespo a ofrecer varias veladas musicales en Caracas, la ciudad donde nació. En 1889 volvió a Europa para establecerse en Alemania, donde debutó con la Filarmónica de Berlín con el Concierto para piano de Grieg. El éxito del que disfrutó la pianista venezolana durante casi diez años en el Viejo Continente la llevó a convertirse en una cotizada solista que tocaba bajo las famosas batutas de Grieg, Mahler y Hans von Bülow, que la describió como «la única artista del bello sexo que interpretaba Beethoven de una manera satisfactoria»: el repertorio de la pianista solía incluir obras de Chopin, Liszt, Tchaikovsky, Schumann, Grieg, Rubinstein, Beethoven, Schubert, Mendelssohn y Weber; a veces, también interpretaba sus propias composiciones.

Tú eres un pianista, Teresita, y no una pianista

«Yo no escribo conciertos para piano para mujeres», dijo Brahms en una reunión. Carreño, que era amiga del compositor y se encontraba presente cuando el también pianista se expresó de esta manera, se sintió dolida y protestó por el poco tacto del germano. «Tú eres un pianista, Teresita, y no una pianista», le respondió él, tomándole las manos y besándoselas. Tal era el talento de esta gran pianista, que ha sido considerada por numerosos expertos como la más prolífica de América Latina durante los siglos XIX y XX.

Balada Op. 15 para piano de Teresa Carreño

A lo largo de su vida, Carreño combinó su faceta concertística con el ejercicio de la docencia y la práctica de la composición. En cuanto a la enseñanza, al principio Carreño visitaba a sus estudiantes durante sus giras; a partir de 1900, eran los alumnos los que se desplazaban a su residencia de verano durante las vacaciones estivales para recibir clases durante semanas. En cuanto a la actividad creativa, entre el corpus musical de la latinoamericana encontramos aproximadamente 75 obras escritas para piano, coro y orquesta y música de cámara, entre otros estilos, muchas de las cuales contienen pinceladas de la cultura de Carreño a través de claras alusiones al merengue. La mayoría de estas piezas fueron compuestas antes de 1875, salvo un breve conjunto publicó después de 1880 que incluía el Himno a Bolívar y el Himno al ilustre americano, dedicadas a Joaquín Crespo y Antonio Guzmán Blanco, respectivamente. Kleine Walzer (Mi Teresita) fue una de las obras más populares de Carreño: compuesta en 1885, la pianista venezolana la dedicó a su hija y la interpretaba a menudo a los conciertos como bis.

Kleine Walzer (Mi Teresita) interpretado por Carreño en una versión restaurada

Teresa Carreño murió en junio de 1917 en Nueva York, tras una agitada carrera musical que se prolongó durante más de cinco décadas. La pianista, que nunca dejó de viajar por todo el globo, además de la admiración de sus contemporáneos, también recibió dedicaciones de compositores de la talla de Amy Beach. Durante su entierro, se interpretaron obras de Fanny Hensel; más tarde, sus cenizas se trasladaron a Venezuela, donde la valquiria del piano descansa desde 1977 en el Panteón Nacional.


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Loles Raventós García-Amorena
Loles Raventós García-Amorena
Redactora
@LolesRaventos