Anoche, en la Sala de Ensayo del Orfeó Català del Palau de la Música Catalana, tuvo lugar un concierto muy especial con motivo del inicio del curso-ciclo de conciertos Barcelona Festival of Song, que llega a su 15ª edición capitaneado por una resiliente Patricia Caicedo que lució una voz luminosa y tierna para reivindicar la canción ibérica y latinoamericana en catalán, castellano y portugués.
Era una ocasión especial, porque se estrenaba un nuevo ciclo de canciones encargado por el festival a
Nicolás Gutiérrez, un joven compositor estadounidense de origen colombiano que se mueve entre el post-romanticismo y la nueva creación, con la inclusión de sonidos del mar -el leitmotiv de este año- y aires debussinianos. Una muestra más de lo que vivimos la semana pasada con Marc Migó en el Ateneu, esta desacomplejada aceptación de la belleza -en este caso de forma mucho más evidente- en la música del siglo XXI en Estados Unidos.
El ciclo lleva por nombre
Signat, l’amic del cor (
Firmado, el amigo del corazón), y pretende ser un homenaje a la relación de amistad entre
Carlos Duarte y Màrius Sampere, por lo que Gutiérrez ha puesto música a algunos de sus poemas que hablan de la vida, de el amor, la amistad y la naturaleza. “Collirem els estels” (Duarte) comienza dulcemente
a capella, con una línea muy melódica que convive con los sonidos de la naturaleza y se van alternando pasajes con voz sola y piano, interpretado por
Nikos Stavlas. “Naveguem entre somnis” (Duarte) trata de palabras y colores de manera tierna y envolvente, con una Caicedo que desprende arte por todos sus poros. Muy emocionante fue “Mare, no em renyis”, con una línea melódica inteligente. Contó con la emotiva inclusión de la voz de Sampere registrada en una interpretación donde había muy buena compenetración con el piano. El ciclo es bastante transparente armónicamente, como el agua que homenajea el festival, evita la densidad armónica y la sobrecarga emotiva, desplegando las melodías de forma sutil y evocadora. “Capvespre” (Duarte) nos situaba perfectamente al ambiente nocturno, tranquilo, de serenidad y melancolía, y “Estic viu, i tu?”, de Sampere, acababa con la emotiva frase “Firmado, el amigo del corazón” . Y se hizo el silencio.
Continuábamos con el brasileño
Claudio Santoro, que presentaba
Amor en lagrimas, con cierta inquietud al piano y una melodía en tono menor que requería una vocalidad delicada y melancólica. El colombiano
Jaime León estuvo presente con dos canciones dedicadas a Cartagena de Indias, y una de ellas es un arreglo a partir de Adolfo Mejía. Patricia Caicedo recordó el vínculo de esta ciudad con el mar y por ello la inclusión de las canciones en el concierto.
A mi ciudad nativa es vigorosa y fue interpretada con una voz muy clara, siempre con una dicción ejemplar y grandes fraseos emitidos por un instrumento que luce muy al agudo y tiene un centro sólido.
Cartagena es movida, con juegos rítmicos pero, al mismo tiempo, con una melodía expansiva.
Alfonsina y el mar es una canción conocida por toda la sala y cantada a menudo al BFOS. Esta canción de
Ariel Ramírez imprime un aire sensual y, al mismo tiempo, con momentos dramáticos. Caicedo estaba muy desenvuelta y dominaba los reguladores con maestría en una página llena de sutilezas. A continuación llegó Toldrà, con
Festeig, a partir de Joan Maragall, una música que transmite mucha calma y serenidad pero también con momentos de pasión, al igual que la vida de los enamorados. Caicedo se armó de todo su bagaje e hizo una versión muy tierna e íntima. El brasileño
Waldemar Enrique nos ofrecía
Valsinha de Marajó, con un ámbito ancho y dos estrofas bien diferenciadas, la primera con arrebato y declamaciones y la segunda más
piano. La soprano mostró, a lo largo de todo el recital, una elegancia natural en el escenario y experiencia en el drama.
Ya hacia el final del recital llegó
Oscar Lorenzo Fernandez con
Modinha, con una melodía que se repite en tesitura central pero con
crescendi hacia el agudo.
Frederic Mompou aportaba más riqueza armónica con
Jo et pressentia com la mar y una línea melódica ondeando en la zona aguda. El recital se cerraba con la diosa del mar Dona Janaina, seductora y fértil. La canción dedicada a ella, de
Francisco Mignone, tenía puntos
staccato, velocidad en el agudo y un
forte disonante que terminó como una invocación. Los artistas ofrecieron dos bises, uno en homenaje a
Conxita Badia,
El pájaro azul, y otro de
Jaime León,
A ti, muy tierno, acariciando el agudo.
El rol de
Patricia Caicedo fue iluminador y lleno de magia, la magia de preservar el repertorio no sólo como excelente cantante, sino como musicóloga y gestora cultural, como es el caso del
Barcelona Festival of Song, una cita veraniega que sería necesario que los barceloneses conocieran más, ya que gran parte del público de ayer era extranjero. En cualquier caso, el programa estaba muy bien tejido, con una homogeneidad de estilo a lo largo de todo el recital, a pesar de las particularidades de cada compositor, pero que no dejan de ser los herederos del Romanticismo europeo colonizador.
Foto: Patricia Caicedo