Cámara

Una viola accidentada

La violista Anna Puig ofrece un concierto de obras inéditas en marco del festival Mixtur

20-09-2020

Fabra y Coats se llenaba el pasado domingo 13 de la tarde de la innovación musical más reciente de la mano de la viola de Anna Puig. Como hemos explicado en esta revista, el Festival Mixtur apuesta este año por la creación de música contemporánea a través de los medios digitales adaptados a la situación excepcional actual. En esta ocasión, se ofrecía un concierto con una primera parte con dos piezas surgidas del Taller de Composición del festival de este 2020, Hemispheres de Evelyn Frosini y Groviola de Jeeyoung Yoo, y Vortex, encargo de Mixtur hecho a Inés Badalo. Y una segunda parte con una obra consagrada del espectralismo como Prologue escrita por el francés Gérard Grisey en 1976, en la primera vez que Anna Puig la interpretaba en público, pero que no se acabó tocando.

El escenario de Fabra i Coats vacío // Foto: Pau Requena

La experiencia del visitante es de una inmersión artística total desde el principio. Las desnudas paredes de ladrillo del espacio industrial que un día fue Fabra i Coats nos trasladan a un mundo singular y de vanguardia artística. El amplio vestíbulo que da la bienvenida al público sorprende con varias instalaciones sonoras y plásticas de artistas como Laura Llaneli y Jan Mech. La sala es oscura, con una profundidad onírica sólo rota por la verticalidad de alguna columna de hierro que sostiene un techo poco visible a la vista. Detrás del austero escenario, escondida, se escucha como el artista afina la viola, un hecho que denota que el concierto tendrá una proximidad y transparencia hacia el espectador que se agradece mucho en este tipo de actos, especialmente para la gente que no está habituada a este género musical.

El público presente tiene una media de edad menor a la de los conciertos de música clásica. Algún estudiante de la ESMUC con su perteneciente bolsa de merchandising, un vecino de Sant Andreu, un familiar del artista… Las notas que interpreta en la primera obra, Hemispheres, se van propagando y adaptando a diferentes texturas sonoras moduladas digitalmente. Cuando termina esta pieza, Anna Puig baja del escenario, se esconde unos instantes en las bambalinas y reaparece pocos segundos después. Esto ayuda a acentuar el cambio sonoro y la diferencia en el uso de los recursos musicales del instrumento entre la primera y la segunda obra.

La segunda propuesta, Groviola, comienza con un pizzicato y, a medida que van avanzando los compases, el pie se convierte en un instrumento de percusión más que acompaña la viola. Puig destaca en las dinámicas, protagonistas en esta creación que recuerda el color musical de las obras litúrgicas de la Grecia antigua. Los gestos faciales del artista no son muy expresivos a la hora de tocar las creaciones, algo que se compensa con el hecho de que el cuerpo se balancee y desplace en sintonía con la música interpretada.

La tercera pieza está llena de disonancias, juegos con las dinámicas y tensiones de las cuerdas con el arco. Hacia la mitad de la partitura, la de Cervera deja el arco al atril y toca en pizzicato un fragmento que recuerda a Asturias de Albéniz.

En un momento de gran tensión, poco antes del final de la obra, una de las cuerdas de la viola se le rompe y sale disparada dirección las clavijas. Instantáneamente se hace un silencio y la gente resta expectante a lo que pasará. La artista suelta un “lo siento”, recoge el instrumento y baja del escenario. Sus compañeros de la organización del Mixtur y empiezan a comentar lo que ha pasado. No hay recambio para esta cuerda y por el hecho de ser domingo las tiendas musicales son cerradas. Puig, visiblemente nerviosa, hace una señal de decaimiento y se ofrece a repetir el concierto en las condiciones más óptimas en otra ocasión.

Cabría reflexionar sobre este hecho que, en ningún caso pone en duda la calidad artística del artista -demostrada con las primeras piezas-, pero que, cuanto menos, sorprende. Cada compás de música en directo ofrecida al público cuenta. Hay que demostrar a la audiencia que la música en directo es básica para que cada vez sean más los que se sumen a la reivindicación de tanta gente que está luchando por la pervivencia de la cultura y para hacer entender que la expresión artística es un derecho esencial.

Anna Puig


Independientemente las circunstancias detrás esta inhóspita situación, la justificación dada de cara al público presente no es demasiado comprensible en la sociedad actual, en el mundo del aquí y ahora, en el que disponemos de un gran número de recursos para conseguir lo que necesitamos. Creemos que la preparación del evento y deseo de ofrecer un buen concierto debería haber previsto esta situación.

A pesar de la incredulidad del público y algún suspiro de sorpresa, los asistentes arrancan a aplaudir al artista. Sin que se pueda interpretar Prologue de Grisey, la última obra, la audiencia abandona la sala. Afortunadamente, la joya de las obras inéditas hace que no dé la sensación de que se ha producido un concierto que ha quedado incompleto. Asistir a la ejecución de estas creaciones es enriquecedor y sanador para el alma en unos momentos en los que se necesita música más que nunca. La música contemporánea y de nueva creación que potencia el festival Mixtur cumple esta función con creces, acercándose al más profundo de las emociones humanas.


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Pau Requena
Pau Requena
Redactor
@RequenaPau